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Publicado: 11 de Diciembre de 2015
Cuando era estudiante de psicología, uno de mis más queridos profesores nos aconsejó a los alumnos algo que me quedó grabado: "Cuando una persona os explique sus problemas, no le digáis: 'No te preocupes'. Ésas son las palabras más absurdas que podéis pronunciar".
No te preocupes. ¿Qué pretendemos conseguir con esa frase? Lo paradójico del asunto es que esa expresión está cargada de nuestras mejores intenciones. No queremos que la persona que tenemos delante sufra y nos encantaría poder consolarla. Deseamos entender y ayudar a los demás, pero ¿sabemos hacerlo? Seguir leyendo